viernes, 16 de mayo de 2014

Más allá del síntoma...La historia que nunca termina


Me canso de tanto síntoma y de tanta prueba. Ya sólo me quedan unos análisis que he tenido que postponer y pronto todo habrá pasado. No sé si seré celíaca, falsa celíaca, intolerante o sensible al gluten. De cualquier manera me aburro de todo esto y hay momentos en los que tumbada en la cama pienso que por un lado me gustaría ser ya diagnosticada como celíaca (total me presento como tal ante todo el mundo desde hace años), pero por otro lado estoy agotada de tener que anticiparme a todo, de no poder improvisar, de no poder simplemente ser. Porque hay cosas que me resultan si no difíciles, imposibles...No puedo irme a echar un bocadillo rápido sin más, ni comerme unos calamares rebozados. Tampoco puedo dejar que alguien nuevo me sorprenda con una cena inesperada sin que me entre el pánico de cuál será el menú. Si los diabéticos se suicidan en las pastelerías, yo además lo puedo hacer en la panadería y en un italiano. No puedo tomar ni cremas espesadas ni postres en restaurantes, no puedo ir a una pizzeria, ni comerme unos churros calientes.

Cuando hace un mes me dijeron que tenía que comer gluten durante un mes para hacerme unas pruebas me entró el pánico. Porque algunos ya habéis vivido algún ataque de los de escribir llorando del dolor sin poder moverme de la cama, la falta de energía cuando me quedo semanas sin poder dar un paso por no absorber nutrientes, o la mala leche que se me pone cuando me hincho como una pelota. El mes con gluten empezó bien. Venía de meses de cuidarme y estaba fuerte, aunque la cosa se complicó con una dosis hormonal que tuve que tomar y lo que al principio parecía la máxima libertad terminó de nuevo en caos...

Los primeros días eran maravillosos. Poder comer una hamburguesa con pan normal, comprar pan y comerme el churrusquillo de camino a casa, saborear unos espaguettis que saben a algo y que no se pegan, tostadas de pan del bueno con mantequilla y mermelada, cervez de trigo, sobaos, galletas maría, ¡pizza! Y al principio no pasaba nada. Pero empezaron a llegar los síntomas: ronchones en la cara, hinchazón, desajuste hormonal, gastritis, indigestiones, mareos, vista nublada, fatiga, irritabilidad, cansancio, mucho cansancio, demasiado cansancio, escalofríos, piel seca y agrietada, inestabilidad, mucha inestabilidad.

Pero terminó. Ya llevo una semana en la que el gluten ha salido de mi casa para no volver y con él su gran aliado: la lactosa. Así que ya no tengo galletas, ni nutella, ni pan para tostadas. Poco a poco me vuelvo a encontrar mejor, mi piel vuelve a reflejar estabilidad, pero me sigo sintiendo cansada y me enfado. Me enfado porque me da rabia lo que viene. No sé si me dirán que soy celíaca o falsa celíaca, pero sé que mi vida está marcada por esto. Puedo abandonarme y comer pizza, tomarme unos calamares, dejarme sorprender con una cena y disfrutar de ser como los demás al tiempo que mi cuerpo, mi mente y mi vida se desmontan poco a poco, o puedo simplemente aceptar que al igual que muchos otros tengo que tener cuidado y aceptar que quizás muchas veces no sea tan fuerte como otros porque siempre hay contaminación cruzada, siempre caigo en la trampa del "bueno, por un día..."

Es cuestión de elecciones y a la fuerza decido por mí. Pero a día de hoy hay momentos en que me caigo un poco en el agujero. ¿Toda mi vida así? ¿Y esto no se cura? Pues no. De momento no. Así que me toca joderme, aguantarme, llevarme el pan en la mochila, preguntar siempre allá donde voy, quedarme sin comer cuando toca y a cambio recibir esto:

Sentirme fuerte para correr por el monte y ver amanecer, sentirme alegre con energía para reírme con mis amigos, sentirme sana para poder pensar en proyectos, en lo que quiero hacer y no estar ocupada en ponerme bien. Sentirme estable para poder ser feliz o por lo menos intentarlo al máximo. Reírme y vivir. Mirar y sentir como todos los demás.

Gastar mis fuerzas en mi felicidad y mi libertad, aunque siempre sea con un pan sin gluten bajo el brazo.

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Este mes es el Mes Celíaco así que os invito a todos a reflexionar sobre este tema. Aquellos que me leéis, si trabajáis en hostelería, si os gusta el pan, la pasta, la pizza, la cerveza. Acuérdate un poquito de los que no podemos, para que simplemente aprecies un poco más lo afortunado que eres y lo puedas disfrutar por los que no podemos, para que te animes a ofrecer algo más, una birra Daura, pan sin gluten o pasta de maíz.

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Y ya que estamos, me animo a deciros que hay gente involucrada y maravillosa como los que organizan el cross de Ziordia. Txapeldunak! Me van a poner pan sin gluten para que pueda comerme el pintxo de txistorra como todos los demás al final de la carrera. Mil esker!!!

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