No. No te voy a contar nada de toda esta semana, ni de la anterior.
No. No te voy a contar nada sobre mi furgoneta y esas lucecitas que se empeñan en decir que algo va mal.
No. No te voy a contar sobre mi lavadora y sus fugas centrífugas. No.
No. No te voy a contar que aún no he conseguido montar dos cajones que siguen en cajas y que tengo que cambiar el sistema de descarga de uno de mis baños. No.
No. No te voy a contar que mi cabeza se agota de organizarme cuando salgo de casa a las 6.45am y llego a las 10pm sin saber qué cenaré, qué comeré o qué me pondré al día siguiente.
No. No te contaré que a veces salgo de mis clases algo más nerviosa de lo que entré porque sí, el yoga mueve y me mueve, me agita esa tensión interna que aún sigue ahí.
No. No te contaré que me preocupo por mi salud, por mis estados, por todo lo que se mueve y cambia en mí. No. No te lo voy a contar.
No. No te contaré que no sé por qué hay momentos, días, semanas en los que siento tanta rabia que odio a a, b,c,d y me da igual lo que cada uno de ellos diga.
No, no te contaré nada de esto.
Tampoco te contaré mi lucha interna entre mi tauro y mi acuario, entre la libertad infinita y el instinto terrenal.
No. Tampoco te contaré el pavor que me produce la admiración hacia lo que represento o parezco. No, no te lo contaré.
Y no te lo contaré porque todo esto es mi tierra, es mi día a día, es lo que vivo, acepto y trabajo para convertir en lo que sí quiero contarte.
Sí. Si te voy a contar que aunque a veces mis ojos se llenen de lágrimas por las mañanas al ir a trabajar, me esfuerzo por sonreír en mi bicicleta, escucho mi música, respiro e imagino que cada segundo es el último.
Sí. Te voy a contar que hay momentos en los que acurrucarme en mi manta morada es el mejor momento del día. Me siento, siento y respiro.
Sí. Te contaré que cada vez que escalo, cada vez que corro, cada vez que nado, todo desaparece y entonces soy libre. Yo conmigo misma en la realidad más verdadera, en la tierra y en el cielo, en el sueño y en la realidad, en el reto y en el disfrute, uniendo los extremos.
Sí. Te contaré que a veces me pongo en mitad del salón y agito la cabeza y el pelo como una loca sin saber muy bien por qué. Pero me hace sentir bien.
Claro. Te contaré que me gustaría, y me gustará ser madre. Sentir algo que se mueve en mi interior, crear, crear y crear y después observar cómo el inicio de la creación vive, respira, protegerlo y amarlo.
Sí. Te contaré todo aquello que experimento en esta vida acuariana que me lleva de un lado a otro, que me hace hablar y no hablar, besar y matar, escuchar e ignorar, pero ser y estar, al fin y al cabo.
Y te contaré, como una niña pequeña que llega del colegio, todas las cosas buenas que ocurrieron. Ojalá las cuente con un buen plato de espaguettis mmmm, o con un plato de almendras.
Sí. Te contaré los momentos en los que pienso en el amor y en el enamoramiento del propio amor, en las mil y trescientas vueltas que da mi cabeza pensand en ese amor, divagando, buscando, esperando.
Claro, te contaré mis recuerdos. Claro. Aquellos momentos que intenté borrar. Aquellos momentos que tanto amé y que tanto odié. Y por supuesto, te contaré los momentos que me gustaría crear.
Y te contaré mi confusión entre el sí y el no, entre lo que quiero y no quiero, entre lo que amo y detesto, entre mi necesidad y mi huida, entre mis miedos y mis valentías.
Mientras tanto, mientras cuento y no cuento, en estos momentos seguiré rodando en mi bicicleta, agitando mi cabeza, cantando y escalando (mucho), escribiendo y viajando...
No. No te voy a contar nada sobre mi furgoneta y esas lucecitas que se empeñan en decir que algo va mal.
No. No te voy a contar sobre mi lavadora y sus fugas centrífugas. No.
No. No te voy a contar que aún no he conseguido montar dos cajones que siguen en cajas y que tengo que cambiar el sistema de descarga de uno de mis baños. No.
No. No te voy a contar que mi cabeza se agota de organizarme cuando salgo de casa a las 6.45am y llego a las 10pm sin saber qué cenaré, qué comeré o qué me pondré al día siguiente.
No. No te contaré que a veces salgo de mis clases algo más nerviosa de lo que entré porque sí, el yoga mueve y me mueve, me agita esa tensión interna que aún sigue ahí.
No. No te contaré que me preocupo por mi salud, por mis estados, por todo lo que se mueve y cambia en mí. No. No te lo voy a contar.
No. No te contaré que no sé por qué hay momentos, días, semanas en los que siento tanta rabia que odio a a, b,c,d y me da igual lo que cada uno de ellos diga.
No, no te contaré nada de esto.
Tampoco te contaré mi lucha interna entre mi tauro y mi acuario, entre la libertad infinita y el instinto terrenal.
No. Tampoco te contaré el pavor que me produce la admiración hacia lo que represento o parezco. No, no te lo contaré.
Y no te lo contaré porque todo esto es mi tierra, es mi día a día, es lo que vivo, acepto y trabajo para convertir en lo que sí quiero contarte.
Sí. Si te voy a contar que aunque a veces mis ojos se llenen de lágrimas por las mañanas al ir a trabajar, me esfuerzo por sonreír en mi bicicleta, escucho mi música, respiro e imagino que cada segundo es el último.
Sí. Te voy a contar que hay momentos en los que acurrucarme en mi manta morada es el mejor momento del día. Me siento, siento y respiro.
Sí. Te contaré que cada vez que escalo, cada vez que corro, cada vez que nado, todo desaparece y entonces soy libre. Yo conmigo misma en la realidad más verdadera, en la tierra y en el cielo, en el sueño y en la realidad, en el reto y en el disfrute, uniendo los extremos.
Sí. Te contaré que a veces me pongo en mitad del salón y agito la cabeza y el pelo como una loca sin saber muy bien por qué. Pero me hace sentir bien.
Claro. Te contaré que me gustaría, y me gustará ser madre. Sentir algo que se mueve en mi interior, crear, crear y crear y después observar cómo el inicio de la creación vive, respira, protegerlo y amarlo.
Sí. Te contaré todo aquello que experimento en esta vida acuariana que me lleva de un lado a otro, que me hace hablar y no hablar, besar y matar, escuchar e ignorar, pero ser y estar, al fin y al cabo.
Y te contaré, como una niña pequeña que llega del colegio, todas las cosas buenas que ocurrieron. Ojalá las cuente con un buen plato de espaguettis mmmm, o con un plato de almendras.
Sí. Te contaré los momentos en los que pienso en el amor y en el enamoramiento del propio amor, en las mil y trescientas vueltas que da mi cabeza pensand en ese amor, divagando, buscando, esperando.
Claro, te contaré mis recuerdos. Claro. Aquellos momentos que intenté borrar. Aquellos momentos que tanto amé y que tanto odié. Y por supuesto, te contaré los momentos que me gustaría crear.
Y te contaré mi confusión entre el sí y el no, entre lo que quiero y no quiero, entre lo que amo y detesto, entre mi necesidad y mi huida, entre mis miedos y mis valentías.
Mientras tanto, mientras cuento y no cuento, en estos momentos seguiré rodando en mi bicicleta, agitando mi cabeza, cantando y escalando (mucho), escribiendo y viajando...
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