Maletas y más maletas, pero siempre me olvido algo, ¿Pero cómo es posible que no tenga mis guantes y mi chupa de cuero? ¡Si las dejé encima de la silla de la entrada! Vuelvo a la habitación y allí no están, pero no queda tiempo y me tengo que ir, porque llevo una hora preparando, preparándome para algo, aunque ya no consigo recordar el qué o para quién. Así que estrujo en mi bolso bufanda y gorro y salgo a la calle corriendo, mirando a mi alrededor, intentando descifrar todas estas bocas mudas que quieren comerme. Encías y lenguas desvirtuadas, esófagos y píloros a flor de piel.
Navego en un barco y desciendo un cañón rodedada de paredes naranjas, cielos ocres y atardeceres quemados. No tengo material. Tampoco tengo mi chupa de cuero pero, ¿cómo puede ser?
Sólo un momento, sólo uno, para mí, para mi espacio. ¡Detened el barco! ¡Quiero quedarme aquí! Sí, aquí, entre estas paredes rugosas, como las mandarinas. Tocarlas, palparlas y que el frío de mis manos sea reflejo de la gélida soledad de estos frutos de caliza.
Unas horas después estoy despierta, pero sigo soñando en tiempos ancestrales, en naturaleza y tradición. Alubiada y molinos de maiz auténticos en Capitán Tximista, en Hondarbi.
1 comentario:
Pero el barco no podía parar, ninia. Había que seguir hasta el final. Tenías que quedarte con las ganas.
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