sábado, 10 de octubre de 2009

Lucha contra la baldosa


-Hola
-Entonces, ¿cuál es el libro que quieres que te lleve?
-Uno que son fotocopias...¡Mamá, estoy harta del otoño y de que se me caiga el pelo!
-Ya hija mía, a mí me pasa lo mismo.
-¡Pero es que me voy a quedar calva!

Yo contra la baldosa blanca. Es una batalla perdida. A ella le gusta ese tono desigual, miscelénea de pelos y pelusa. A mí me gusta el blanco inmaculado, el brillo y la sensación aséptica en la planta de mis pies.

Últimamente se me cae muchísimo el pelo. Bueno, como todos los otoños, lo que pasa es que no acostumbro a tener el pelo tan largo y en mi lado izquierdo ha crecido un símbolo marleyriano que tienta a mi cepillo a engancharse una y otra vez. Resultado: me agredo a mí misma con tirones constantes.

Voy recogiendo, aspirando, friego, y de mi boca salen culebras, asteriscos y serpientes, porque los pelos siempre se acaban pegando a la fregona.

¡Vale! ¡Me rindo! El otoño ya está aquí. Esta mañana he aceptado que el tiempo pasa inexorablemente y que la relatividad es una ciencia a medias cierta: cuando el otoño llega, llegó. No se hable más.

Me tendré que conformar con barrer los finos vestigios de verano que se resisten a desaparecer y a creer a pies juntillas en lo siempre dicho tras una mala elección de peluquero: "el pelo vuelve a crecer". Así que el verano volverá. El año que viene.