La caldera sintomática

Mi caldera vuelve a gotear. No sé qué le pasa. Todo empezó con unas gotitas y cada noche, al llegar a casa, pasaba la balleta y seguía con lo mío. Ni me acordaba. Miraba la presión, miraba a ver si salía calor de los radiadores. Todo correcto.

Pero el goteo ya es incontrolable. Ahora tengo un cubito debajo de la caldera la cual, de momento, y por fortuna, sigue funcionando. Esta mañana cuando me he levantado, el cubito estaba lleno y el parche que le había puesto se había caído. Así que está claro, que aunque aparentemente sana por fuera, esta caldera tiene algún problema y por mucho parche que le ponga la cosa hace aguas. Es una caldera empática con mi estado de ánimo y con mi salud, porque yo también goteo un poco. Bueno, últimamente chorreo, más bien.

En mitad de vacaciones me puse a ordenar cajones. Todo un acopio de fuerza de voluntad y cabreo engullido porque estaban desordenadísimos. Sólo llegué a los del salón y de ahí salió una bolsa entera de papeles, chinchetas dobladas, tarjetas, linternas, puntas, martillos, el dichoso termómetro y cables perdidos.

Y ese mismo día, me invitaron a abrir uno de mis cajones internos. En cuanto lo abrí, la caldera y yo nos pusimos a gotear al unísono. Un goteo que ha llegado hasta ahora, el día de las reparaciones.

¿Y por qué goteamos canija? ¿Por qué ocurren estas cosas?

Las dos hemos decidido darnos una oportunidad. Ella se va a dejar ver por un fontanero y yo me he dejado ver por estos que se llaman médicos y he descubierto de dónde me vienen parte de mis prontos y mis malestares (también se me va la pinza un pokol, pero ese es otro cantar...) Así que sí, que sí...Que mucho plátano y chocolate...Y mucho pan cuando resulta que claro, no puedo tomar gluten, ni lactosa, ni birra...Y claro que tomo infusiones, con lo mal que me sentaba todo...

Por ahora...

A la caldera creo que le darán un toque por los calontones y a mí, pues me han dado una de cal y otra de arena: un aviso de lo que podía pasar y una oportunidad de aprender a vivir mejor.

Así que mi caldera y yo nos hemos puesto a dieta. A ella le van a poner a calentar en equilibrio y a mí, bueno, pues a mí me han puesto una dieta sin gluten, pero con unas pequeñas dosis de ilusión y humildad, sin lácteos pero aderezada con alegría y oportunidad, sin plátanos ni chocolate, pero con raciones de aprendizaje y aceptación, sin tomate ni pepino, pero con una salsa de color de vida que está buenísima...

p.d.: gracias niño, por todo...