lunes, 13 de octubre de 2008

Lluvia y color

Este fin de semana ha sido largo, intenso y cambiante, como el tiempo. Empezó con lluvia y resfriado y terminó con calor, sol y cariño.

Entre nubes que van y vienen tuve tiempo para pensar, recordar y respirar. Otro mes de lluvia: no es la primavera en la que tanto llovió, es el otoño y la nostalgia del verano; es una nueva etapa, un nuevo trimestre, distinto y avanzado, serio y profundo, apasionado y recogido. Grises en contraste con las hojas amarillas, me hacen pensar en el sol, en el calor, en una sonrisa, en mis ilusiones, en mis sueños y en mi ahora.

El sábado, me perdí un poco con el viento en Zarzalejo, que se llevaba mi atención. Mis pensamientos corrían, tan aprisa como las nubes "Y esta siguiente seguro que nos moja". Pero finalmente, el viento sólo se llevó lejos mi resfriado y la tristeza de un cielo gris.

En Madrid, las primeras horas de la noche son de calma y buena temperatura. Conversaciones de escalada, escuelas, fotos, una celebración, cansancio y un sueño profundo que sólo se dejó romper por los truenos de una tormenta tardía. Me acurruco y me recuerdo que en casa nunca llueve. Pero por la mañana, abrimos el ojo, miramos por la ventana y la lluvia sigue ahí. Tengo nostalgia del verano, de su música y de su olor. Añoro el calor y tanto gris desvanece mis colores.

En Patones la roca está más gris de lo normal. Las vías están mojadas, sin color, sin gente. Mis músculos han vuelto a cambiar y Patones me recuerda que esto no es Cuenca. Las hormigas huyen despavoridas de su hormiguero y amenazan nuestras zapatillas. Un tiempo que nos desequilibra un poco a todos, un toque amenzante de inestabilidad.

Después de comer, el sol empieza a brillar, a la par que mi ánimo mejora con esta otra caliza que tanto me gusta. Con buen ánimo, me presento a mi proyecto de violín y creo que nos entendemos. Me gusta y seguiremos conversando. Entre vías, hablo con las percepciones de los que me rodean, escucho los secretos de las paredes vacías y hablo bajito, para que no se enteren de que otra escuela me cautivó. Aún así, me dejó llevar por los recuerdos de atardeceres intensos en esta roca y pienso, con cariño, que me gustará volver siempre, para poder recordar entonces también las maravillosas sensaciones de éste mi presente.

Ya casi no quedan nubes, porque el viento se llevó las que rizaban mi cabello y mi gente despejó las que me amenzaban por dentro, recordándome que desde fuera se siguen viendo los colores, a pesar de la lluvia y del magnesio mojado.

Hay días que nos llueve, por dentro y por fuera, y también hay personas que nos recuerdan que la lluvia no es eterna, que el cielo brilla y que nosotros no somos sólo agua, sino luz, energía y color. Mucho color.

Rayos de luz apretando en Zarzalejo

5 comentarios:

Chavo dijo...

Vaya panda de paquetones el rastas y el encapuchao!!!!jajajaja pero si ese bloque es una escalera!!!

...aun cuando llueve en tu vida,uno debe dejar de lamentarse para rapidamente calzarse los y magnesearse las manos...

...no hacerlo sería dejarse vencer...no crees?

un beso!

Pokol dijo...

claro, porque después del gris siempre aparecen los colores. Las tormentillas internas duran poco y se solucionan con cariño, bocadillos de galletas maría y nocilla y escalada, mucha escalada. Un besazo canijo

ada dijo...

Sí...sobre todo nocilla...yo sé de una que devora tarros a cucharadas en los días de tormenta...

Me alegro de que ya no llueva por tu casa :)

(Por la mía también ha dejado de llover y ahora luce un sol magnífico)

Bxuss!
ada

Pokol dijo...

no. no. En casa nunca llueve...Si ya lo digo. Fuera se nubla de vez en cuando, pero en casita se está de vicio...

Besossss

ada dijo...

jejeje!! Lo que me pasa es que hace tanto tiempo que no nos vemos que ya no sé ni dónde llueve!! :)

Bxuss corazón,
ada