Artículo Boletín Febrero Mountain Wilderness,
www.mountainwilderness-agg.org
Marta Cembrero
¿Quién no ha recordado a una persona querida en la montaña? ¿Quién no ha querido compartir una vista y un silencio en una cima? La montaña es nuestro territorio, el lugar donde vivimos y olvidamos, donde recordamos y curamos, donde florecemos y nos apaciguamos, donde compartimos y aprendemos de otros. La montaña es nuestro medio y nuestra divinidad y el hielo nos recuerda la inmortalidad de su esencia. En ella sentimos que volvemos a nuestros orígenes, que somos capaces de respirar el pasado en nuestro presente, que es posible relativizar la ficción de nuestras vidas diarias. Creer que verdaderamente pertenecemos al suelo que pisamos y que podemos enfrentarnos a las duras adversidades de la naturaleza, poder retar y disfrutar de la gran wilderness que nos rodea y que, desgraciadamente, pierde letras en su salvaje ser con el paso de los años.
Muchos de nosotros necesitamos de esta wilderness para enfrentarnos a nuestra otra realidad. Otros de nosotros la necesitamos porque queremos ser parte de una naturaleza pura. Otros vemos en la wilderness un reto apasionante y sin comparación. Así, la pasión por la conservación de la wilderness va más allá de la mera preservación del entorno. Llega a la conservación de nuestros deseos y anhelos para poder disfrutar de todos los pasos que damos en aras de conseguirlos. Estar en contacto con la wilderness supone cuidar de ella, aprender a mimarla. Preservar la wilderness implica ser consciente de la huella de nuestros pasos, del rastro de nuestro magnesio y de las sobras de nuestro aprovisionamiento.
Si la wilderness es verdadera, nosotros debemos responder a ello de manera proporcional.. Aprendamos a disfrutar con el esfuerzo, con el reto de llegar a una cima por nuestros propios medios, disfrutando de cada exhalación, meditando a cada paso de ascensión, midiendo nuestras fuerzas ante el medio... Sin ayuda artificial obtendremos la mayor recompensa: un pase gratis a la wilderness con los ojos de quien verdaderamente ha luchado por entrar.
Si la wilderness nos da paz y silencio, no la enturbiemos con nuestro ruido. Aprendamos a escuchar. Al principio no oiremos nada, pero en escasos segundos seremos capaces de escuchar las conversaciones que se establecen en este estado puro. Todo un cisco de brisas, fauna y movimiento en pleno auge. Nuestro ruido no pertenece a la wilderness, nuestros vehículos son elementos extraños y dañinos... En la wilderness no estamos solos con nuestro silencio, al contrario, estamos inmersos en un torbellino de vida y de fantásticas sensaciones. Cada vez que gritamos, cada vez que imponemos nuestras costumbres urbanas a la wilderness, perdemos la esencia de nuestro viaje.
Si la wilderness no cambia, ¿por qué trastocarla? Aprendamos a disfrutar de la aventura responsable. Evitemos la masificación de las zonas de montaña ¿Acaso no es increíble extender los brazos y girar sobre uno mismo para no ver nada más que naturaleza? No abusemos de los refugios como recursos turísticos, evitemos alimentar el hambre constructor de las grandes compañías turísticas que nos ofrecen lujo y calor artificial al pie de nuestras indefensas montañas.
Si la wilderness nos siente, aprendamos a sentirla nosotros a ella también. Aprendamos a no infligirle daños con nuestro disfrute y a que otros no lo hagan. Debemos ser responsables de su cuidado y denunciar los malos tratos que sobre ella se infringen. No mires a otro lado porque lo que ves no desaparecerá. Cada vez que cierres los ojos, cada vez que simules no haber visto, le quitamos vida a nuestras montañas.
Cuidar y conservar la wilderness no es sólo una pasión, es una obligación de todos aquellos que disfrutan de ella. Es el pago justo por el placer gratuito que ella nos otorga. A través de nuestro esfuerzo y nuestra perseverancia, nos cuidamos a nosotros mismos porque, como montañeros comprometidos, somos parte de la wilderness. Hacer que cada vez seamos más los que nos comprometemos con esta lucha es uno de nuestros objetivos. Luchar por que la wilderness se mantenga intacta es el deber de todos. Dejemos que la wilderness siga siendo paz y silencio, luchemos por que no cambie, por que nos sienta y por que nos siga apasionando año tras año.
Marta Cembrero
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