Nunca pensé que me fuera a pasar a mí porque yo, YO soy una mujer independiente. Cuando era pequeña mis padres me educaron para creer que en el mundo no había nada imposible y que, con esfuerzo, todo se podía conseguir. Lo que no me dijeron es que, con esfuerzo, uno se puede meter también en la boca del lobo.
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Os presento al Lobo |
Y esto es sencillo porque no siempre sabemos lo que queremos. O lo sabemos perfectamente pero nos da miedo, aunque antes o después, nos damos, te das, me doy (que vale ya de echar balones fuera) cuenta de que la boca del lobo, las cuevas y los escondites son lo que son: escondites. La verdad, la realidad, sigue ahí fuera, esperando a que seamos suficientemente terrenales, valientes, sencillos, verdaderos, humanos, honestos, humildes, pacientes, creativos y conscientes. La verdad siempre nos espera, como un espejo de nosotros mismos, alimentándose de su propia paciencia.
Pues en la boca del lobo, ahí me metí yo porque, de alguna forma, pensé "si me escondo aquí, la verdad tendrá miedo y no vendrá a buscarme". Lo que no sabía era que la que realmente tendría miedo del lobo y preferiría la verdad sería yo. A mí siempre me gustaron los lobos, me parecen animales sabios, bellos, salvajes, intuitivos, sigilosos, conectados con las fuerzas de la tierra y de la luna, de suave pelaje, de mirada profunda y cristalina, protectores de su manada.
No obstante, creo que este lobo no era un lobo de verdad. Al igual que en muchas leyendas en las que la bruja o el ogro se disfrazan de sacerdotisas o príncipes, este lobo mío me prometió cobijo, me prometió protección, me prometió amor y olvido. Me prometió liberarme de todos aquellos miedos que tanto me hicieron sufrir, me prometió la eternidad, el Universo y el más allá.
Allí estaba yo, en mi propio cuento dentro de la cueva, renegando de todo aquello que dejé fuera de la manada, aceptando lo que no me gustaba del Lobo, ignorando mi mayor don, mi mayor poder: la intuición. Porque mi Lobo, que tanto me protegía, comenzó abrigándome bajo su pelaje pero llegó un día en que no le gustó que me fuera a pasear por el bosque y me dio un mordisco en la pantorrilla. "¡Menudo despertar que tiene!", pensé. Otro día me arañó el rostro porque él aulló y yo no atendí su llamada. Había una luna preciosa aquella noche y simplemente quería soñar sola. "He de tener más cuidado. ¡Qué egoísta soy! Desde luego, mira que le he preocupado...Podía haber venido el ogro y haberme comido ¡y todo por mirar la luna!".
Poco a poco, dejó de protegerme por las noches con su abrigo de pelo. El invierno se hizo largo, hacía frío, me sentía sola, alejada de lo que mi intuición y mi naturaleza me pedían pero nunca pensé en irme de la cueva porque había olvidado el camino de vuelta. No sabía ya dónde se encontraba mi familia, mis amigos, el mundo real, ya no sabía quién era yo sin él, no sabía qué hacer si no me lo decía él. Yo, la Bella Dama, comencé a perder mi sonrisa, mi pelo negro, mis formas, mi esencia de mujer. Me consumí intentando complacer a mi Lobo para que no me mordiera. Evité mi propio aroma de ser humano para que no me comiera, para que no me confundiera con carne fresca.
Hasta que un día decidí cantar aquellas canciones que de pequeña canté en mis diarios. Abrí las páginas de mis libros internos y liberé mis miedos. Me asomé a la boca de la cueva y vi el Sol. Sentí sus rayos y su calor sobre mi rostro, sentí el sueño y el cansancio apoderándose de mí. Miré más allá y vi mis miedos, mis carencias, tal cual las dejé aunque lejanas, sin poder. Y pude ver también algo nuevo, vi todo el amor verdadero del mundo, también intacto pero cercano, porque aún no lo había utilizado. Me acerqué y me embadurné entera con él. Poco a poco sentí mi cuerpo crecer, sentí el rojo de mi sangre fluyendo por mi vientre, mi pecho y mis mejillas. Me sentí grande y cálida, sonriente y dulce. Intenté tocar mis miedos y carencias con las manos llenas de crema y poco a poco se fueron disolviendo formando un pequeño charco de agua el cual, poco a poco, se fue evaporando con los rayos del Sol.
Viviendo en dos mundos decidí volver a la cueva. Era tarde y el lobo se iba a enfadar. Mi cuerpo se tensó de solo pensarlo. ¿Qué sería esta vez? ¿un gruñido?, ¿un mordisco?, ¿una noche a la intemperie?, ¿una mirada asesina?, ¿un desprecio?, ¿o su aliento de carne sobre mí?
Lobo me vio llegar "¿de dónde has sacado ese manto rojo que cubre tu cuerpo? ¿Vas de Caperucita? ¿Quieres que te coma?" Y entendí por qué Caperucita iba de rojo en el cuento. Entendí que el Lobo se atragantó de amor. Entendí que el verdadero amor lo puede todo y que cuando un lobo nos intenta proteger para salvarnos del miedo a amar, ser amados o no haberlo sido en el pasado, no estamos siendo protegidos, estamos siendo manipulados, maltratados y abusados.
El lobo siguió pregonando amor y protección desde su cueva y otras Bellas Damas llegaron para ocupar mi lugar. Yo me di la vuelta y me fui. Total, el lobo ya no me quería, con mi manto rojo de amor ya no me podía proteger porque ya no sentía frío dentro de la cueva, no me podía morder porque el manto era grueso y no llegaba a mi piel. Así que me dijo que no valía para nada y me dejó marchar.
Ahora vivo al otro lado. Los días desde mi regreso han sido intensos. Me dedico a construir una casa mía, que ya no quiero que me presten cuevas. Es una casa preciosa, con mucha luz, una casa en la que duermo protegida por mí misma y en la que descanso, crezco y me curo las heridas. Todas las mañanas saco el botiquín y con delicadeza voy pasando el algodón con agua oxigenada por las marcas que dejó el lobo en mi piel. Cuando las veo lloro y me siento algo tonta, no sé cómo pude pensar que el amor se expresaba con mordiscos y castigos. También me siento tonta porque, en ese tiempo que estuve dentro, muchos de aquellos a los que quería o, aquellos a los que pude querer y nunca conocí, encontraron un manto rojo en otra Bella Dama o simplemente se cansaron de avisarme, "¡Cuidado que viene el lobo!"
Sin embargo, a mí de pequeña me enseñaron que, en esta vida, nada es imposible y que, con esfuerzo, uno puede conseguir todo lo que quiere. Así que cada mañana, con todo mi empeño, saco el algodón y sigo curando las heridas, el odio, el asco y la vergüenza y cada noche me meto en mi cama, enciendo mi guirnalda de estrellas, me tapo con mi manto rojo y sueño en libertad. He de confesar que sigo siendo una Bella Dama, pero una Bella Dama del Sol.
A Ruth, Yuss, Urbi Etorbi y a mi familia
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