A pesar del sol, de la ventana de buen tiempo, vuelvo a encontrarme con mi familia, allí donde no hay montañas y las llanuras infinitas se adornan de molinos de viento.
Comemos lentejas, arroz integral, puré de verduras y mi abuelo no sólo comparte una botella de vino conmigo, sino que me invita a disfrutar de su pan de trigo sarraceno.
Con mi tío me convierto en exploradora y nos vamos de viaje a mi infancia, a Revilla, a la que fue la casa de mi tío. La puerta está abierta y cómo no, entramos hasta la cocina. Allí o vive nadie, la habitación en la que yo dormía con Teddy a mis pies está vacía y el patio es una selva, pero aún hoy, casi 20 años después, queda el olor de los conejos en la parte trasera y revistas sobre perros esparcidas por el suelo. Aquí en esta casa vivía mi pollito Federico ¡y Rufo! un perro precioso que se lo comió. En la casa de al lado vivían "llos niños". Tres hermanos con los que yo jugaba en verano, chapoteando en la piscina, granjeros en miniatura montados en un tractor abandonado, volteretas en los columpios al lado del cementerio.
Algo se ha calmado en mí, un reencuentro, un tiempo regalado, una caricia de la infancia y calor, abrigo, refugio entre familia.
"Fueron pocos meses los que pasaron así, y no obstante fue la temporada más larga que Momo experimentó jamás. Porque el verdadero tiempo no se puede medir por el reloj o el calendario"
Momo, Michael Ende
3 comentarios:
Corazón de niña... ¡besitos!
Y qué verdad es que el tiempo no se mide con el reloj.
... k4d4 d14 5t415 + 4l745 ...
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El tiempo no se puede medir... qué cierto..!!! :-)))
Un abrazo.. a destiempo.. !!! ;-)))
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