jueves, 5 de agosto de 2010

Quebrada en la montaña

Cuando era pequeña tuve un profesor extraño. Nos decía que la naturaleza tenía su propio idioma y que él no tenía televisión en su casa. Nos contaba que a veces pasaba horas en su habitación en completo silencio y nos repetía una y otra vez que "el silencio, además de ser una gran virtud, es un respeto hacia los demás".

Ahora, años después, sé que aquel profesor sigue preguntando por mí cuando ve a mi familia y espero encontrármelo algún día para darle las gracias por enseñarme la riqueza de la nada y el alegre alboroto del silencio en una noche de vivac bajo las estrellas.

Y es que no sé qué tiene la montaña, el aire libre, tumbarse al llegar a una cima, sonreír y tiritar de frío al despertar, seguir el ritmo de la roca en todas sus curvas y entender que somos parte de todo esto en nuestra forma más primitiva.

Se me ponen los pelos de punta...






Un Maestro Zen caminaba en silencio con uno de sus discípulos por un sendero de la montaña. Cuando llegaron donde había un cedro antiguo, se sentaron para comer su merienda sencilla a base de arroz y verduras. Después de comer, el discípulo, un monje joven que no había descubierto todavía la clave del misterio del Zen, rompió el silencio para preguntar: “ Maestro, como puedo entrar en Zen?” Obviamente se refería a la forma de entrar en el estado de la conciencia que es el Zen.

El Maestro permaneció en silencio. Pasaron casi cinco minutos durante los cuales el discípulo aguardó ansiosamente la respuesta. Estaba a punto de hacer otra pregunta cuando el maestro le preguntó repentinamente, “ oyes el sonido de esa quebrada en la montaña? ”

El discípulo no se había percatado de ninguna quebrada. Estaba demasiado ocupado pensando en el significado del Zen. Entonces prestó atención al sonido y su mente ruidosa comenzó a aquietarse. Al principio no oyó nada. Después, sus pensamientos dieron paso a un estado de alerta, hasta que escuchó el murmullo casi imperceptible de una quebrada en la distancia.

“Si, ahora lo oigo”, dijo.

El Maestro levantó un dedo y con una mirada a la vez dura y a la vez gentil, le dijo, “Entra al Zen desde allí”.

El discípulo quedó asombrado. Fue su satori, un destello de iluminación. Sabía lo que era el Zen sin saber que era lo que sabía.

Después siguieron su camino en silencio. El discípulo no salía de su asombro al sentir la vida del mundo que le rodeaba. Lo experimentó todo como si fuera la primera vez. Sin embargo, poco a poco comenzó a pensar nuevamente. El ruido de su mente sofocó nuevamente la quietud de su conciencia y no tardó en formular otra pregunta: “ Maestro”, dijo, “ he estado pensando. Que hubiera dicho usted si yo no hubiera logrado oír la quebrada en la montaña?”. El Maestro se detuvo, lo miró, levantó el dedo y dijo, “Entra al Zen desde allí”.

Una nueva tierra: un despertar al propósito de su vida. Eckhart Tolle

1 comentario:

Ona dijo...

...el campito?...
...igual es que somos parte de todo esto...

¡Buen findeeeeee!