miércoles, 27 de enero de 2010

El descarte


Unas piernas bien contorneadas envueltas en medias transparentes que se alejan con paso decidido montadas en unos zapatos de tacón. Tras de sí, un juego de té caído en el suelo. Una imagen en blanco y negro, atrayente. Una invitación a escapar, a huir de un nudo de dolor. Un ruido sordo de la taza al chocar contra el suelo, el punto y final de una relación agotada. Un amor descartado.

-No sé si esto es lo que quiero para la carátula de mi disco- Luis dejó caer la fotografía encima de la mesa. Un papel más entre la maraña de ideas esparcidas en cedés, escondido entre presentaciones impresas de powerpoint. Un fracaso más en su carrera o, al menos, así lo veía Violeta.

No era la primera vez que pasaba la noche en blanco intentando interiorizar la música de sus clientes, pensando en la combinación perfecta de marketing y arte duradero que plasmase en una imagen el interior popero de canciones baratas, de ritmo sencillo y letras sobrecargadas. No, no era la primera vez. Luis, el líder de Soft and tender nunca estaba satisfecho. Se acariciaba la barba y de manera tajante echaba por tierra el trabajo de Violeta abriendo de nuevo la herida de su fracaso. ¿Por qué seguía trabajando para él si nunca aceptaba sus propuestas? ¿Por qué seguía manteniendo su número en su agenda de contactos? ¿Por qué no cambiaba de agencia? Violeta suponía que era el ínfimo precio que cobraba por sus noches blancas, era su voz débil sostenida por un cuerpo frágil que hacía de ella un blanco perfecto en el que descargar la egolatría de su fama, alguien con quien pagar las críticas de las revistas del sector.

Violeta volvió a coger la fotografía tímidamente y miró a Luis con ojos suplicantes. De repente se sentía aún más pequeña y la inexistencia de sus pechos se le hizo aún más presente. Se sentó y su pelo lacio cubrió su cara.

-No sé, quizá no haya entendido bien el mensaje del disco. El descarte me llevó a pensar en alguien frustrado, enfadado, en una batalla perdida, en una relación finiquitada, entre otras cosas…- Levantó la mirada en un breve instante de valentía y aplomo y se encontró con los ojos de Luis que parecieron dudar por un instante.

-Sí, bueno, quizá la idea sea buena, pero no me parece una imagen con la que podamos vender demasiado, sinceramente- Luis se sentó a su lado y Violeta no pudo mantener su mirada, fijó los ojos en el suelo, en los zapatos caros de Luis combinados con un dobladillo de pantalón al más estilo rocker.

-Vale. Déjame un día más y veré qué puedo hacer- Violeta guardó la fotografía en su carpeta y apagó su portátil. Se levantó y salió de la sala de reuniones mientras que un yunque colgaba de sus párpados arrastrando sus lágrimas hasta los pies. Una mirada antes de abandonar la sala y Luis ya había olvidado el tema. Con la guitarra ya en la mano tatareaba el estribillo de su nuevo hit, marcando el ritmo con la punta de su zapato.

La primera vez que trabajaron juntos Violeta se quedó prendada de Luis, de su mirada, de sus labios jugosos y de su apabullante personalidad. Aquel día Luis habló sin parar, cerveza en mano, y le contó a Violeta cómo se había formado el grupo dos años atrás. La facultad de empresariales era demasiado “numérica”, según Luis, y allí empezó a componer. Las letras y los estribillos se iban agolpando en su mente mientras emborronaba sus apuntes de macroeconomía con nuevos versos y así, una vez asumida la dirección equivocada a la que apuntaba su futuro, decidió darse una oportunidad. Luis convenció a varios compañeros con los que compartía gustos musicales, mujeres y copas y formaron Soft & Tender, un grupo de brit pop de canciones pegadizas cuyos componentes podían llegar a resultar igual de adictivos, repetitivos e indispensables como los estribillos de sus canciones. Tuvieron éxito desde el primer momento y ahora estaban en la cresta de la ola. Eran tan famosos que podían permitirse el lujo de elegir, contratar y despedir a sus anchas. Tan famosos que se habían convertido en las piezas más preciadas de la vía pública.

Luis era el líder del grupo, la cabeza pensante de la banda y era él, y no el resto de componentes, el que dictaminaba el estilo, el futuro y los temas que los definirían en las listas de ventas. Luis era capaz además de controlar las relaciones que sus compañeros mantenían con sus novias y criticaba las ideas, brillantes por segundos, con las que estos amanecían en el estudio tachándolas de repetitivas e incoherentes. Luis era el centro, era el mundo y la vida, y la música giraba a su alrededor.

Violeta admiraba a Luis, pero sobre todo envidiaba su seguridad y su liderazgo. Ella siempre había sido una más entre millones, una chica escuálida y desgarbada, obsesionada por el color negro, por las sombras, por las imágenes quebradas. Siempre había sido una chica receptiva y sensible con su entorno y la fotografía era para ella una forma de cambiar esa realidad maltratadora de la que no podía escapar.

Con Violeta Luis encontró la idolatría de la que tanto dependía para sentirse él mismo y, sin darse cuenta, comenzó a depender de la presencia de aquella sombra menguante, de una mujer que parecía no ser más que un personaje de sí mismo pero que conseguía al mismo tiempo reconfortar y fortalecer su ego. Todo lo que él hacía, todo lo que él decía estaba siempre bien.

Poco a poco, las discusiones en el despacho de la agencia se convirtieron en debates acompañados de una copa después del trabajo, en manos grasientas de pizza barata en el piso de Luis y en desayunos improvisados tras noches de erotismo descompensado en la cocina de Violeta.

Entre los dos se creó el binomio perfecto, ambos alcanzaron el equilibrio y vieron sus necesidades cubiertas. Las noches pasaban sin sueño y cubiertas de sudor y los días amanecían con ideas nuevas; Violeta disparaba su réflex constantemente mientras que Luis improvisaba coreografías y dedicatorias a un público ausente.

Pero aquello ya no era, aquello era el pasado, días de perfección y equilibrio que no eran dignos de una realidad humana. Aquello pasó y a Violeta no le quedó más remedio que dejarlo marchar.

Aquella tarde, al llegar a casa, Violeta sacó la fotografía de su carpeta y la colocó allí, junto a aquella vida de imágenes en blanco y negro que durante meses habían sido escupidas por el caprichoso objetivo de su réflex. Una vida en papel que convertía en real la propia irrealidad de su sueño y entonces Violeta pensó. Pensó que quizá sí entendía los temas de Soft & Tender pero que tal vez no había querido plasmarlos en su trabajo. Aquella imagen, aquellos pies y aquella taza golpeando el suelo no eran más que su propia huida, su enfado por el abandono injustificado de Luis, una imagen más para coleccionar entre sus descartes.


Pokol

1 comentario:

Ona dijo...

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