
¿Y tú de pequeña querías ser princesa?
Sí, porque todo era perfecto, yo era perfecta, pero algo cambió...El cariño se perdió y mi corona de algodón se hundió en un lago llamado olvido.
¿Y cómo se es princesa?
Viviendo para los demás, siendo una imagen, un reflejo...Quizás no sea más que el reflejo de una princesa en busca de plata con la que adornar sus cabellos.
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Somos dos. Ella y yo. Pero ella me considera su enemiga, porque no tengo tregua. Nos peleamos todos los días y sólo cuando le doy la razón, parace su voz calmarse.
A veces me dice que todos a mi alrededor mienten y que no he de bajar la guardia. Porque yo soy distinta, si yo como, mi cuerpo no me respeta, pero si los demás lo hacen, a ellos nunca les pasa nada...
A veces me dice que mi cuerpo pica, me incita a cerrar los ojos y a sentir lo que no sé si realmente existe. Me obliga a palpar, a comprobar y a medir.
A veces me dice que soy ligera y me premia. Un día de descanso, de felicidad, de apertura al mundo exterior. Un día normal en el que me dejo abrazar por las verdades que me rodean. Un día normal en el que veo más allá.
A veces me dice que he desobedecido, que no merezco nada. Me grita y me hace sentir sucia, llena, triste y angustiada. Me obliga a palparme, para castigarme con las curvas que la felicidad me trae. Entonces me pierdo en la oscuridad y todo está lejos, muy lejos. Me hablan y no escucho, trabajo y no hago nada. Voy a casa, donde nadie me mire, donde los espejos ya no existen, el seno del reino del control, del que yo soy princesa.
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Hay muchas historias...Como aquí
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