Punto asimétrico 1.2 (versión 1/2)

Cóncava

Me despierto de un golpe y me siento en el borde de la cama. Observo el mundo que se presenta ante mí, ávido de carne inocente, inexperta y vulnerable. Levanto mis pies y compruebo como, a cada centímetro, mis tendones se tensan y mis músculos tiemblan del esfuerzo.

Mis dedos son redondos como mis senos. Curvos como mis caderas, como la infinita circunferencia ante la que se planta mi duda. Un peso amoldado en cóncavo, la carga de la inexperiencia y de la sabiduría ignorada.

Me acerco a la mesilla de noche y bebo un poco de agua. Una forma de limpiar mi interior de mentiras y dudas, purificando lentamente mis temores y mis miedos. Ahora me siento limpia, aunque todo sea pura ironía.

Me siento limpia aunque mi pecho respire suciedad y exhale cobardía. Soy limpia y me miro los pies, amargos al arrastrarse entre el fango y la hipocresía, cobardes ante la luz de la mañana, ignotos de su propio poder.

Me levanto y no noto mi peso. El vacío eterno me permite flotar, ignorar, dejar de creer. La eterna rutina de mis pies hace que todo me dé igual. Parezco limpia porque ignoro y sigo, porque no creo y digo que me da igual.

¡Que se ensucien los demás de basura y cáscaras, de mandarinas podridas y espinas de pescado!

¡Que se eleven aquellos que son planos y perciben el peso de la existencia!

A mí...¡A mí dadme pureza y decisión, agudeza y brillo! ¡Dadme luz fina, pelada de dudas!

A mí dadme todo hecho.